Alice in der land

Alice in der land

domingo, 3 de junio de 2007

Sleeping with ghost

Si lo hubiese sabido antes. Pero no, así fue el destino, un lapso interrumpido de tiempo. Un instante y la amnesia.

Ese día no recordaba el día anterior ni tampoco los subsiguientes. Era usual recordar los días subsiguientes, un sueño y bastaba, posar la cabeza en la almohada y adentrarse. Había algo, un choque y una muerta, un poco de sangre ya pálida sobre la acerca, tiempo muerto de muertos.
Sí, eso era algo que recordaba ahora de a poco, porque los sueños se recuerdan de golpe y porrazo o no se recuerdan bien.
Parecería que había soñado sus 100 minutos promedio (sus últimos 100 minutos promedio) o que soñó con la crónica periodística de una muerte anunciada. ¿Fue Márquez? ¿Leyó el libro? No. Tenía la seguridad de que no había sido ese libro y, por algo, tampoco el sueño, porque había dejado de recorrer el ayer, ahora no había ayer. ¿Por qué? Tenía muchas preguntas en su cabeza sin memoria o en su alma sin cuerpo.

Y bueno, atinó a seguir, pero no sabía bien por donde, había una cuadra, sí, su casa, pero no podía entrar a la casa, había quedado encerrada en un lapso temporal. Solo veía esa ventada, las túnicas de negro, el sol que no penetraba la habitación de ella y ¡Demonios! Los libros.

Quizás si llegara, si pudiera abrir, si cruzara la calle.

La cruza y vuelve de nuevo a no recordar nada.

La mente en blanco y un bocinazo.

Había que mirar cuando se cruzaba esta avenida tan peligrosa, eso le decía alguien pero no sabía bien quién y solo el recuerdo del día de hoy que quizás fue ayer o quizás fue el sueño de mañana.

De nuevo en la acera a mirar los pálidos rostros, ahora la cortina de la habitación corrida y quizás podría ¿Cruzar?

Ahí, a lo lejos, por esa ventana se vislumbraba un llanto, un llanto apagado, cortado, ¡Qué no puede ser! ¿Acaso no me ven? ¿Mamá? ¿Papá?

De nuevo los autos y ese carril ferviente y ella con aroma a pan recién cocido y el aroma que no reconoce bien o ¿por qué lo reconoce? Y cuando se pregunta, comienza a dejar de reconocerlo porque se entremezcla, como volviendo al útero materno, solamente sensaciones y se entremezclan, como alcoholizadas por un híbrido de varios tragos, todos volcados contra su vestido y se mira y no ve.

¿Los ojos que no son ojos? Y comienza a dejar de ver, lentamente, se empieza a disfumar pero decide cruzar.

Un blanco ondula su idea y abre los ojos lentamente y no abre nada porque ¿qué pasó ayer? Una última palabra, un último camino destinado a volver a atrás, a quedar atrapada en esa acera y el borroneado charco de sangre que ya no es sangre, ahora sí, comienza a sentir su palpitación más fuerte, su llanto gimiendo, los gritos de mamá, el llamado de papá desesperado, los flashes de la cámara y el video y los libros que no están y las llaves que no tiene y los vecinos desesperados y su cadáver… posado contra la acera, el 160 que traspasó su nombre: Ahora comienza a dejar de existir y blanco en su memoria, encerrada hasta que cruce la avenida. No hay ayer, linda, ahora no hay más ayer.

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