Dejó la casa de cristal tras un basurero,
olfateó a los poetas muertos.
Maulló al viento limpiara los pasos de triste tiempo,
se llevó a Buenos Aires en su escote efebo.
Blandió el perfume de la mar en senos,
besó las hojas de un mudo cuaderno.
Le dijo a la brisa que quiebre el placebo,
saboreó el néctar de sus prominentes adentros.
Creyó escatimados recursos anzuelos,
furiosa abrasó su carne arreciendo.
Quebró su himen de hembra en celo,
elevando su tallo de terciopelo.
Ella miró a través del espejo,
sabido cristal pues no vió reflejo.
Puso sus pasos sobre el recuerdo,
estrellas sulfurando a la luna en su cuerpo.
Desvistióse de piel erízó estela y misterio,
la noche encandece si en Ella no hay secretos.