Usted saca un pedazo de papel y ni le digo, por si las dudas, que lo observo.
Avenida La Plata y Alberdi, sí, ya lo viví.
Si quiere puede devolver el boleto, hacer el seguimiento conjunto y releer el reborde de una tumba, sin preguntarme el nombre del otro.
¡Qué no lo sé, viejo! No sea descarado, ¿quiere?
Ya sé que la pollera es corta y esas piernas resumen un sigiloso deseo que palpita adentro despacio y después se incrementa como jugando un poco y… ¿Está bien? ¿Quedamos así? Semejante mirada de una persona de edad, habrase visto…
El otro día también oí, Alberdi, el viejo con su boina de lana y el olor a matapolillas que se le filtraban en los calzones casi.
Repulsivo encuentro de ómnibus, porque bajó la mirada e hizo un ademán cochino.
Yo, que me acomodé media inquieta en la barra, un poco preocupada del corazón que le iba latiendo rápido, las venas azules que se le hinchaban en ese cuello que se sofocaba, quizás, por la camisa ajustada y quizás las acuarelas de colores entremezcladas en su rostro que me iba transformando en una nena que busca jugar.
Sé que ellos no saben que escucho corazones estrepitosos y esos rostros violáceos, que no le veo final al juego y ¡Qué demonios!
Subo mi zapatito, hago un gestito de pendeja, me agacho para rascar la entrepierna y…
Se escucha una tos, ya casi llegando a aleberdi.
El viejo que no respiraba y no dejaba de reparar en las pantymedias y su rostro que se tornaba azulado mientras las toses impregnaban el ómnibus todas, el iba asfixiándose con el humo del calor que ahora ahogaba todo el autobús y el juego que deja de ser juego porque la chofer de este manipuleo había puesto la imaginación en primera y sí, el incendio del motor y el viejo que había dejado de respirar.
¿Se encuentra bien?
Lo veo pálido y su respiración entrecortada…
¿A qué parte de alberdi iba?
Avenida La Plata y Alberdi, sí, ya lo viví.
Si quiere puede devolver el boleto, hacer el seguimiento conjunto y releer el reborde de una tumba, sin preguntarme el nombre del otro.
¡Qué no lo sé, viejo! No sea descarado, ¿quiere?
Ya sé que la pollera es corta y esas piernas resumen un sigiloso deseo que palpita adentro despacio y después se incrementa como jugando un poco y… ¿Está bien? ¿Quedamos así? Semejante mirada de una persona de edad, habrase visto…
El otro día también oí, Alberdi, el viejo con su boina de lana y el olor a matapolillas que se le filtraban en los calzones casi.
Repulsivo encuentro de ómnibus, porque bajó la mirada e hizo un ademán cochino.
Yo, que me acomodé media inquieta en la barra, un poco preocupada del corazón que le iba latiendo rápido, las venas azules que se le hinchaban en ese cuello que se sofocaba, quizás, por la camisa ajustada y quizás las acuarelas de colores entremezcladas en su rostro que me iba transformando en una nena que busca jugar.
Sé que ellos no saben que escucho corazones estrepitosos y esos rostros violáceos, que no le veo final al juego y ¡Qué demonios!
Subo mi zapatito, hago un gestito de pendeja, me agacho para rascar la entrepierna y…
Se escucha una tos, ya casi llegando a aleberdi.
El viejo que no respiraba y no dejaba de reparar en las pantymedias y su rostro que se tornaba azulado mientras las toses impregnaban el ómnibus todas, el iba asfixiándose con el humo del calor que ahora ahogaba todo el autobús y el juego que deja de ser juego porque la chofer de este manipuleo había puesto la imaginación en primera y sí, el incendio del motor y el viejo que había dejado de respirar.
¿Se encuentra bien?
Lo veo pálido y su respiración entrecortada…
¿A qué parte de alberdi iba?
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